lunes, 31 de octubre de 2011

Recordando el Campo con Carlos Soto



Texto y fotografías por 
Johan Esteban Monsalve Hernández




Carlos Soto, agricultor de toda la vida, viene de San Francisco, oriente antioqueño. Allí creció junto a sus cultivos de café, caña y cacao. Vive en el barrio Bello Oriente, comuna 3, Manrique parte alta, a donde llegó en 1984 en busca de nuevas oportunidades de vida, contando con la  buena suerte de que un habitante del sector le regaló un terreno y desde entonces reside en este bello oriente, de donde sale el sol cada mañana.

Es uno de los primeros habitantes del barrio, ha tenido una gran participación como líder en el crecimiento y organización de la comunidad, principalmente poblada por victimas del desplazamiento forzado de distintos lugares del país como Urabá, Urrao, Córdoba y Chocó. 
En el mismo terreno que conforma “Recordando el                       campo”        habita también una familia desplazada por la violencia de Caucasia,  La    familia Baldovino Rojas integrada por cuatro miembros: Orlando Baldovino -padre, Ana Rojas Mariaga -madre, Mariana y Marianela Baldovino Rojas -hijas.


En el año 2000 junto a once compañeros iniciaron “Recordando el campo”, un lugar dedicado a la agricultura, ubicado en el sector el Palomar, de Bello Oriente. Con el tiempo este lugar ha recibido ayuda de diferentes organizaciones para su sostenimiento como la Universidad del Rosario y la Alcaldía de Medellín, a través de proyectos como el de Acción Integral para poblaciones desarraigadas Bogotá-Medellín.

Actualmente Carlos es el Presidente del club para la tercera edad de su barrio. Con este cargo y sus ganas de sacar adelante “Recordando el campo” propuso a sus compañeros cambiar la rutina de gimnasia, para cultivar en la huerta, adquiriendo buena salud y conocimientos, pero debido a diferentes problemáticas ha venido disminuyendo el número de integrantes hasta llegar a dos personas, Carlos Soto y Emilio Martínez. Ambos trabajan la huerta dos horas diarias; quitando maleza, sembrando la papita, regando las plantas y preparando el abono en una pequeña casa ubicada en medio del terreno.

“Recordando el campo” es un espacio abierto para quienes deseen practicar la permacultura (siembra y permanente cuidado de la tierra), y en el que encontramos lechuga, cebolla de rama, cilantro, plátano, papa criolla y gran diversidad de flores y plantas. 
Dice don Carlos que “Las plantas son como los niños, hay que acariciarlas y quererlas”, como una invitación a cultivar nuestra propia comida para consumirla fresca, apoyar la comunidad e invertir el dinero en otras cosas. También aconseja cultivar cuando la luna esté en menguante para alargar la cosecha en creciente.


Ellos llegaron a Medellín hace cuatro años y residen en Recordando el Campo hace dos años, en una casa construida por Carlos y otras personas. ellos son beneficiados por las cosechas de la huerta donde participan.


Soberanía alimentaria

La soberanía alimentaria protege el derecho de los campesinos y campesinas a producir alimentos, así como el derecho de los consumidores y consumidoras a poder decidir lo que quieren consumir, cómo se produce y quién lo produce.
Plantea a medio y largo plazo propuestas de producción y consumo alimentario basadas en un sistema de producción agropecuario diversificado, que respete la biodiversidad, maneje los recursos naturales de forma sostenible y utilice tecnología apropiada, siempre respetando las tradiciones autóctonas de los pueblos, su diversidad cultural, sus formas de trabajo y su relación con la naturaleza.





viernes, 28 de octubre de 2011

Recorrido por Manrique

Registro fotográfico de la primera salida de campo por la comuna 3. La intención del recorrido era caminar por puntos estratégicos de Manrique, hacer observaciones y desplegar distintos temas para posible investigación y luego publicar en el periódico. También para los integrantes que no son de la comuna, que la conozcan y se familiaricen con ella. Esperamos hacer más recorridos, ya que es bien grande y en un sólo día se cubre apenas un pequeño trayecto. 
Las fotografías son de Viviana Ospina.





martes, 25 de octubre de 2011

Memorias Festival por la Vida y la Paz en Bello Oriente

“HACER ES LA MEJOR MANERA DE DECIR” 
                                                José Martí





El festival nace en el año 2003 como una propuesta de convivencia y encuentro comunitario, como espacio popular de expresión y proyección artística. Desde entonces ha sido una fiesta que reúne a la comunidad en torno a la música, la poesía, el baile, la cuentería, la chirimía, el teatro y el folklore urbano.

El goce, el encuentro y el compartir fraterno se han convertido en una muestra de la diversidad y la convivencia intergeneracional y multiétnica que identifica nuestras comunidades. El ritmo de las músicas y las expresiones artísticas como el rock, el rap, el hip-hop, la música popular, la cumbia, el porro, el teatro, la danza, confluyen en diversos escenarios de la geografía barrial, donde la comunidad ritualiza sus deseos y esperanzas de otro mundo posible.

Los estudiantes, los obreros, los niños, los campesinos, los desplazados, los habitantes del barrio y otros barrios vecinos son los anfitriones de esta fiesta carnaval, abierta y convocante, que ha contado con la participación de varios artistas del barrio y del resto de la ciudad. Han sido muchas las personas y colectivos que de manera voluntaria nos han acompañado en esta celebración anual.

Aquí les dejamos las memorias, que aunque ya ha pasado tiempo de haberse realizado, todavía está vigente en la memoria de toda la comunidad.


lunes, 24 de octubre de 2011

Ana Fabricia Córdoba, Memoria de una mujer inolvidable


Por Mesa interbarrial de Desconectados.


Con la muerte de Ana Fabricia, ya son 49 los hombres y las mujeres líderes de desplazados o reclamantes de tierras que han sido asesinados desde marzo de 2002 en Colombia.


El éxodo de personas del campo a la ciudad y luego de un barrio a otro en la misma ciudad en el siglo XX, hizo que se extendiera el perímetro urbano de las principales ciudades de Colombia.
    Para 1993 en Medellín, se conformaban nuevos barrios en la comuna 3 – Manrique, como El Versalles Número Dos, La Cruz, San José la Cima Número Uno, San José la Cima Número Dos y María Cano Carambolas. En el barrio La Cruz se asentaron desplazados de toda Antioquia, principalmente de la zona de Urabá.
Ilustración: Andrés Sánchez López
    Ya en 2001, Medellín se encontraba entre las cinco primeras ciudades receptoras de población desplazada en Colombia, con una cifra de 21 mil 1 despojados, según el Sistema de Información en Derechos Humanos y Desplazamiento CODHES-SISDHES. Gente que para esa época, al igual que hoy, huyen de la confrontación armada en el oriente antioqueño, el occidente, el suroeste, el nordeste y de los departamentos del Urabá, Bajo Cauca, Chocó y la región del Magdalena medio.
    Es así Como Ana Fabricia Córdoba llega a Medellín, desplazada de Churidó, Urabá Antioqueño. Primero se dirigió a la comuna 13 y a causa de la guerra que también se vivía allí, decidió mudarse a la zona nororiental, barrio La Cruz, en el año 2001.
   Su destierro fue causado por el asesinato de nueve miembros de su familia,  entre ellos su esposo y su hijo menor que tan sólo tenía diez años de edad, por parte de los paramilitares del Bloque Bananeros al mando de Ever Velosa García, Alias ‘HH’.
    Después de la tormenta comienza una nueva vida,  ahora en las laderas de La Cruz,  donde monta una tienda y sobrevive con su familia. Como lideresa consciente de su condición de desterrada y víctima del conflicto armado, trabajó arduamente por los derechos de la población desplazada y fundó la organización barrial LATEPAZ (Líderes Adelante por un Tejido Humano de Paz).
    Ella reconocía su historia y se sentía orgullosa de ser una mujer afro. Su tragedia la hacía ser una mujer fuerte, luchadora, con carácter y que siempre irradiaba alegría.
Comenzó a forjar y desarrollar el trabajo comunitario y organizativo de su barrio. Por lo que fue señalada y víctima de un montaje judicial en el año 2004, en el marco de la operación policial Estrella 6, en la que allanaron su casa y agredieron a su familia.
Sin tener nada que ver con los milicianos fue acusada de guerrillera y recluida en la cárcel; dos meses más tarde fue puesta en libertad siendo finalmente absuelta de los cargos.
    Volvió la tragedia a su hogar. Su hijo Carlos Mario Ospina fue asesinado, hecho del que Ana Fabricia culpaba a la policía del barrio La Cruz por las constantes persecuciones y maltratos de los que Carlos Mario había sido objeto, con sus otros dos hijos, también por parte de agentes policiales.
    Denunció constantemente a la Policía de la ciudad por actos de intimidación en su contra. Por lo anterior se veía obligada a dormir en diferentes casas por fuera del barrio, como medida para proteger su vida.
    Ana Fabricia continúo su trabajo comunitario en el barrio, formándose en Derechos Humanos. Ingresó a la Ruta Pacifica de Mujeres, y luego, con varias de ellas conformó el grupo de Mujeres Aventureras Gestoras en Derechos, las cuales se dedican a formar jóvenes en derechos sociales y reproductivos. También pasó a ser parte de la Mesa Interbarrial de Desconectados.
    El 7 de julio de 2010 fue asesinado su hijo Jonatan Arley Ospina Córdoba de 19 años de edad. Cuando ella se dio cuenta de que su muchacho no había amanecido en su casa con su esposa y su hija, fue a buscarlo por el barrio, pensando que se lo habían matado, y así fue, a las 11 de la mañana lo encontraron muerto en el barrio vecino, La Honda.
    Desde ese mismo instante Ana Fabricia denunció a la policía del barrio La Cruz como la responsable del hecho.
    La patrulla de la policía No.301384 del barrio La Cruz lo había interceptado la noche anterior junto con un amigo y se los había llevado supuestamente para la estación de San Blas. A raíz de esto comenzó a realizar denuncias y a pelear por esclarecer los hechos y los responsables de este asesinato, a la vez que era hostigada y amenazada con más insistencia.
    Empezó a sentir cerca su muerte y a decirlo abiertamente a los medios de comunicación, en reuniones y actividades.  Después del incidente de su hijo a esta mujer le cambió la mirada, se veía preocupada, decaída, ya no tenía la misma alegría de siempre.
    El pasado 7 de junio de 2011, en un bus de transporte del barrio Santa Cruz fue asesinada con un tiro en la cabeza., por la espalda y con silenciador. El asesino huyó sin mayor problema en una motocicleta, por una zona en donde el control paramilitar no permite 
asesinatos sin su permiso.
    Murió una gran líder, una luchadora que no tenía pelos en la lengua para decir la verdad, denunciar las injusticias y luchar por su gente. Su espíritu, su sonrisa y entusiasmo permanecerá con nosotros. Su memoria está viva en nuestras acciones.

viernes, 21 de octubre de 2011

Una ofrenda por el Agua

Por Bibiana Ramírez

Correr sobre esta Madre Tierra,  con la ofrenda del agua y la lucha por su purificación y libertad, es el gran mensaje que traen los indígenas de la Nación Quechua Aymara, Nación Embera, Nación Nasa.
Con los bastones sagrados en sus manos sin parar de sanar  sus cuerpos y los lugares por donde pasan, nos invitan al reencuentro con ella y con todos los seres que la habitamos, llegando así a la reactivación de la memoria; a volver a escuchar los latidos de nuestro corazón que de alguna manera, son la voz de nuestros antepasados.
Esta carrera, que salió el 21 de junio desde el Macizo Andino colombiano y que se dirige a Barranquilla y Bogotá, pasando por Medellín, hace parte de las Jornadas de Paz y Dignidad,  movimiento Intercontinental de los Pueblos Indígenas y hermanos,  que sienten el llamado de un nuevo actuar, que valore las tradiciones espirituales como un medio para volver a crear los sistemas tradicionales de comunicación.
Se trata de una labor espiritual y de resistencia, actos de unidad de los pueblos indígenas que se iniciaron en 1992, cuando se cumplieron 500 años del descubrimiento de América. Fue una manera de parar el llanto y los lamentos por lo perdido durante la colonización, para empeñarse en rescatar lo que se salvó de la destrucción. Fue también una respuesta a la profecía centroamericana que dice que un día el águila y el cóndor, que representan a los pueblos del norte y del sur, volverán a volar juntos.
Estas son las palabras de Mauricio Gañan, de la Nación Embera, a la llegada a Bello Oriente y después a la laguna de Mazo: “Esto es un ofrecimiento al dador de la vida, para que haga florecer las semillas de luz en los corazones de todos. Porque, a pesar de todo, sigue habiendo una esperanza, de que la historia se transforme, cambie, para que los niños puedan vivir mejor, más claros, más armonioso de lo que nos ha tocado a nosotros. Los bastones son un instrumento para la unificación de la humanidad, representado en sus cuatro direcciones. Necesitamos liberar el agua de la propiedad privada, limpiarla con nuestros rezos y ofrendas”.


La ceremonia es una acción no violenta que honra especialmente al agua como fuente espiritual y física de la vida. La invitación es al nuevo despertar de la conciencia, que haya armonía y equilibrio en el sentir y el pensar. En el círculo, todos somos uno y todos portamos los bastones del poder espiritual, que representan la sabiduría de los tiempos, la columna vertebral de los pueblos y el proceso de consciencia individual y colectivo. Hay una esperanza de cambio que se vislumbra en la humanidad y es el histórico momento de trascendencia. Todos los seres son llamados a ser portadores de la renovación, los que transformarán el mundo, retomando su identidad, su tradición ancestral, su cosmovisión.

martes, 18 de octubre de 2011

Vidas Prohibidas

Por Joni Alexander Restrepo


Uno de los efectos más inhumanos que ha generado la violencia es el desplazamiento forzado. Miles de familias se han visto sometidas por el mal poder, arrebatando a las semillas de su cuerpo la posibilidad de sembrarse y cosecharse en un ambiente más sano y limpio como el campo; ahora las familias tienen que sembrarse y cosecharse de nuevo, pero en otro ambiente, donde el afán y la competencia perduran como el humo que se respira.

  1.
“Me mataron a mi marido, por un falso positivo. Ellos llegaron a las seis de la mañana y lo sacaron de la casa, en frente de mis hijos lo aporrearon, él se iba a volar, pero le dijeron que si se volaba llevaban del bulto los niños, y se quedó… a otros dos señores también los sacaron de las casas. Esa fue la tercera vez que me desplazaron”.
Ilustración: Luisa Brisa
Es así como Marta Guerra,  actualmente habitante del barrio Bello Oriente, lleva seis años en Medellín desde que la desplazaron por última vez.
La primera vez fue en 1998, cuando vivía con su marido y su hijo en el barrio la Honda, desplazamiento al que se refiere como “bueno” porque esta vez los militares no le mataron al marido: “en ese tiempo el que más corría peligro era el hombre, por eso es que él se fue unos días, y como yo quedé sola en la casa me decían que seguro él debía algo, entonces me quitaron todo, me amenazaron y me dijeron que me fuera también”
De allí salió hacia Argelia, oriente antioqueño, en donde se reunió con su marido, quien en el año 2005  sería asesinado y Marta obligada a regresar a la ciudad, viuda, con sus dos hijos.
Sin humanismo nos sacan de las casas, como si fuera prohibido tenerlas y habitarlas, nos arrebatan de la tierra, del mundo, y la vida parece que es prohibida en donde las armas son legales para llevarnos a la muerte.

2.
A petición de la señora entrevistada omitimos su nombre en el presente relato:
“Teníamos la tierrita a dos horas de Machuca (Segovia, Antioquia) donde trabajábamos minería y siembra; mi esposo trabajaba con un motorcito sacando oro corrido y beta, con eso y la siembra nos ganábamos la comida. Sembrábamos plátano, yuca, maíz, maderas,  también de eso sobrevivíamos”.
El 14 de febrero de 2001 un comando de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) sacó al esposo de la casa, junto con otros siete campesinos del mismo pueblo. “Mi niña tenía trece años, casi se enloquece, se fue pa`l monte  ¡ma` no me traiga a mi papá que no lo quiero ver muerto!”, decía.
Su esposo era un líder en esa región, presidente de la Junta de Acción Comunal, que buscaba empleo para la gente en empresas como Ecopetrol.
Después de eso para ella no justificaba quedarse, porque no había futuro. “Por ahí de rancho en rancho, primero llegué donde la familia, pero usted sabe que la familia es cosa seria, los primeros días mientras económicamente todo estuviera bien no habían problemas, pero desafortunadamente todo gira alrededor del dinero y cuando habían falencias económicas ya habían problemas.”
Con los hechos citados y las diferentes experiencias empezamos a enfrentar y reconocer la realidad, a sensibilizarnos por ella y a ser sujetos de transformación en el reconocimiento de nuestro ser como parte de esa realidad.

3.
Así lo asume el joven Alexander Zuleta, habitante del barrio Versalles, quien en 1998 vivió de cerca la detonación de la carga explosiva con la que el ELN voló el oleoducto Central de Colombia, ubicado también en el corregimiento de Machuca: “tuve un cambio de percepción. Antes era indiferente a lo que le sucedía a la gente, no me importaba, después de eso empecé a tener una postura más crítica, un cambio de mirar las cosas, la realidad, tuve un estigma hacia los grupos armados, hacia lo militar, no me interesó ser parte del militarismo. En cambio sí me llamó la atención el periodismo, muy curiosamente de niño uno veía los helicópteros, la prensa, los periodistas, siendo una de las causas para mi motivación a estudiar periodismo”, según relata.
La tierra nos ha querido dar de su fruto sin pedir nada a cambio, pero es obvio que también nosotros le debemos nuestro fruto a ella. Nos hemos equivocado, pues no tenemos que quitarnos nada, ni quitarle nada a nadie para darlo: somos nosotros los que nos tenemos que entregar a ella, pues ya ella nos pidió cuando se nos dio, la vida y la tierra se afirman con la esperanza de su innegable unidad.

martes, 11 de octubre de 2011

Los caminos de la falta

Bitácora y balance que deja “el recorrido”
Por Francisco Monsalve

Cuando en el plato de sus nietos, la bebé Manuela y los dos pequeños Juan Fernando y Mariana, falta una papa, un aliño, alguna sustancia, Consuelo Echavarría sabe que al día siguiente debe madrugar, acondicionar bolsas y costales, echar a andar Manrique abajo.

Recorrer con Consuelo ese destino es empezar desde su destierro, detenerse ante el rostro de la pobreza, ir desde Bello Oriente hacia el occidente, hacia la despensa de la ciudad, jornada que se puede alargar, todo un día incluso, sobre los caminos de la falta.
  
Bitácora:
Bello Oriente, martes 26 de julio, cinco y cuarenta de la mañana. Nunca ha sido un mito lo que se cuenta del agua de panela: compartirla en su cocina parece indicar que siempre la habrá en abundancia. Salimos con la niebla, hace frío.

Recolectores urbanos
Mientras cierra el portón de su rancho pregunto a Consuelo la ruta que seguiremos; ella sonríe y me entrega un costal que reservó para mí “Hoy vamos al centro, vamos por la malanga”, como también le llaman a la papa en su natural Urabá.
“En mi finca lo tenía todo y vea ahora”, dice Consuelo, como la mejor forma de iniciar nuestro viaje, desde su destierro. En el año 2002, dejó las 200 hectáreas que conformaban la finca familiar, cerca de Pueblo Nuevo, para refugiarse en el barrio 20 de Julio, Medellín, luego de sobrevivir con su familia a una de las 198 acciones armadas  que se registraron en la zona, según reporte oficial.
En esos mismos días conoció a Carmen Arias, quien le enseñaría el trabajo de recolector urbano, en el que contaba con una experiencia de 35 años.  Hoy Consuelo tiene 53 años de edad, y en el último diciembre cargó en sus hombros hasta su casa un televisor que alguien le regaló en el recorrido “me daría mucha pena que me vieran robando”, afirma.

La Cruz, seis y veinte de la mañana. En dirección hacia el occidente se marca
un trecho del camino cuando el sol da contra la espalda y proyecta una sombra
tímida; otro, cuando se llega al primer lugar de espera.

A medida que avanzamos se suma más gente a la marcha, con un buenos días y un estrechón de manos. Entre ellos Josefina Angarita, de acento Vallecaucano, quien más adelante en nuestro camino contará como una retahíla que salió desterrada del oriente, que el tendero cobra alto por la yuca, que las semillas, que la tierra, que el gobierno…
Consuelo se suma a una fila de mujeres y hombres que esperan una señal desde una bodega. Por una puerta alguien entrega bananos. La espera es larga, inamovible, burocrática, aunque para ella no lo es tanto, pues es el precio, según dice, que pagan.

El hambre, sus estrategias

Mercado El Acontista. diez de la mañana. Me piden ayuda en la distribución de alimentos, a lo que accedo con gusto.
Algunos prefieren no llevar sidras, a las que ya se les ve retoñar. Un hombre se muestra muy interesado por ellas
y pide llevar las que pueda darle pues “Ya están listas para sembrarlas”. 

Aunque en la actualidad Consuelo solo hace el recorrido los martes y jueves, por años su itinerario fue el siguiente: Lunes, Manrique; Martes, Centro; miércoles, Villa Hermosa; jueves, Cristo Rey; Viernes, San Diego; Sábado, de nuevo al Centro. “La comida va uno y se la consigue, no hay día en que se venga sin nada” afirma consuelo.
 La suya es una táctica para engañar a la ambición, valiéndose del complicado proceso por el que se distribuyen las 80 mil toneladas de alimentos que según la Organización para la agricultura y la alimentación de las Naciones Unidas, FAO, ingresan mensualmente a Medellín.
Las pérdidas de alimentos en Colombia, según la FAO, para los mercados que llevan registro en volumen, alcanzan las 156 toneladas diarias, lo que serviría para alimentar a la población de cuatro ciudades similares al tamaño de Manizales.

Dos y treinta de la tarde, anotación final: Antes de  recibir la que sería la última ración de Consuelo para la semana, un joven despeinado y sucio ofrece a los que esperan, como en un homenaje,  como si les hicieran falta, flores ajadas.
De su gesto alcancé a dibujar el siguiente bosquejo:


Nuestro paso por el centro de la ciudad se acerca a su final. El balance que hace Consuelo del día es bueno; yo tampoco puedo quejarme: si el hambre mata anualmente a entre 10 y 20 millones de personas en el mundo, con las bolsas a reventar, con la malanga bajo el brazo, por hoy estamos a salvo.


domingo, 9 de octubre de 2011

Edición N 3 del periódico

Esta es la última edición del periódico. Está muy nutrida y colorida. Pronto iremos compartiendo los textos de esta edición. Por ahora los dejamos con la portada.

Desplazamiento Forzado en Colombia

Por Carlos Andres Orlas

“…eso me calienta el corazón y me da más fortaleza, para seguir luchando y hablar en estos escenarios...”
Ana Fabricia Córdoba
Q.E.P.D.

Desde aquí, en Bello Oriente, me permito esta reflexión sobre la catástrofe humanitaria del desplazamiento forzado, el mismo que tiene a muchas familias de nuestros barrios haciendo “el recorrido”, desconectadas de los servicios públicos, humillados, ofendidos y hasta asesinados por exigir vida digna.

En pleno siglo XXI, nuestro país sustenta las cifras más altas de desplazamiento forzado en el mundo: según la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento, CODHES, ya son más de 4 millones de personas desplazadas de sus hogares por el conflicto armado (y que sobreviven como refugiados internos o como exiliados en el exterior). Estas cifras nos ponen por encima de Afganistán, país en guerra declarada y ocupado por ejércitos internacionales.
Tantas han sido las víctimas de la violencia y del despojo en Colombia que la historia no alcanza a nombrarlas. Recién aprobada la ley de víctimas que promete restituir dos de las cinco millones de hectáreas de tierra arrebatada a los campesinos[1], el desplazamiento forzado sigue estando al orden del día. Es preciso decirlo: no puede haber ley de víctimas en un país que sigue en conflicto, produciendo víctimas, lo que está sucediendo con esta ley es la legitimación del despojo.

Colombia sigue siendo entonces, aún con ley de víctimas, territorio de despojados, territorio en violenta disputa. Los barrios altos de Manrique están poblados por familias víctimas del desplazamiento forzado, a ellos continúan llegando refugiados de los campos, familias que buscan un renacimiento en las periferias de las grandes ciudades. Estas familias asentadas en Bello Oriente, La Cruz, La Honda, Versalles, San José la Cima y Maria Cano Carambolas , entre otros, tienen que crear en medio del desamparo y la marginalidad una suerte de nuevo mundo, tejer otras solidaridades y batallar contra la injusticia que pretende condenarlas al ostracismo, la miseria y la muerte.
De una cosa era muy consciente Ana Fabricia Córdoba, en cuya memoria escribo este texto, y es que antecedidas por una historia de desplazamiento forzado del campo, las luchas por la justicia y la vida digna desde la periferia urbana están atravesadas por la memoria del despojo agrario y las múltiples violencias contra el campesinado.
Tal como lo relata Alfredo Molano, en su columna titulada Considerando en Frío, publicada en el periódico El Espectador, Desde hace medio siglo se desenvuelve una estrategia para borrar de nuestra geografía a un personaje histórico: el campesino. Parecería gratuita, parcializada y exagerada la conclusión, si no fuera por los 300.000 muertos de la primera violencia, los millones de refugiados —nunca registrados— que ocasionaron esos asesinatos, los cuatro millones que hoy deambulan de semáforo en semáforo, los millones de campesinos que se han escondido entre la selva obligados a cultivar coca, los que han muerto en esta guerra que día a día aumenta… Son los campesinos —colonos, indígenas o negros— los que llevan del bulto: ponen los muertos, las viudas, los huérfanos y las tierras”.
Queda por reiterar la importancia de la memoria en la búsqueda de otros mundos posibles; no es con leyes dictadas desde arriba que podemos solucionar el conflicto social y armado, sino con procesos emprendidos y caminados por las propias comunidades. Ana Fabricia murió multiplicando la voz de sus compañeras acalladas, reclamando la verdad y la justicia en los territorios más inhóspitos, sembrando la paz en las conciencias más ardidas, oponiendo coros de alegría frente a la muerte que asecha, cultivando la solidaridad donde otros edifican el culto al ego, al poder y a la dominación armada. 
Cantemos con Rubén Blades: ¡prohibido olvidar!





[1] Dice Reinaldo Spitaletta en su columna del 13 de junio en El Espectador que “en rigor esta ley parece redactada en buena parte por los victimarios”. Ver:  http://www.elespectador.com/impreso/opinion/columna-277352-el-crimen-de-ana-fabricia

jueves, 6 de octubre de 2011

Vamos por el Primer puesto

Este año en la participación del Segundo Premio de Periodismo Comunitario Alcaldía de Medellín, vamos por le primer puesto.......

martes, 4 de octubre de 2011

Tinta Tres estrena Blog



Tinta Tres en estrena su blog, una herramienta para mejorar la comunicación en la comuna.
Una de las estrategias de Tinta Tres, además de su publicación impresa es la de consolidarse fuertemente en los medios TIC. Por eso estamos fortaleciendo nuestro equipo de trabajo y ,..................
 

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