Fotografía: Bibiana Ramírez |
Por Estefania Bedoya Moreno
Joni Alexander Restrepo
Entre lo alto y lo bajo, lo
artificioso y lo natural, resuena un tambor, al mismo tiempo que resuena un
motor, llevando en marcha las llantas que giran y ayudan a las personas de los carros
a seguir girando también el círculo de sus vidas.
Así, mientras la vida del mundo
va girando en torno al sol de principio a fin, el hombre no deja de girar
también entorno a su corazón, a su propio sol impulsador de palabras,
sentimientos o pensamientos, gestor de relaciones y juegos.
Los niños son la alegría de
nuestra casa, de la calle, en todas partes viven su mundo lleno de fantasías y
colores, su gran realidad es lo que muchos denominamos como juego, tienen la
posibilidad de crecer literalmente no solo con su alimento, sino con su
imaginación y creación, con las sonrisas que salen de su corazón y su estómago,
ya sea en el momento de tirarse de un
lisadero o de perseguir a otro niño después de haber chutado el tarro (del
juego chuta-tarro).
Los niños quieren y pueden;
Vanessa Arango de 11 años quería aprender a tocar guitarra y tambor, lo cual la
motivó a participar desde el 2009 en los talleres de música que se vienen
realizando en los alrededores del parque el Raizal. Así como Vanessa también
hay otros niños inspirados en tocar música. Expresan lo que anhelan, como todo
niño: - yo quiero ser artista de Rock, de Hip-Hop y reggaetón (Omar Moreno) Yo
quiero ser guitarrista (Sebatián) Y yo quiero ser actriz (Vanessa) Yo quiero
ser soldado, pero de pronto me arrepienta (Johan Moreno)
Fotografía: Bibiana Ramírez |
Pueden ellos con más facilidad
que los adultos comunes liberar su esencia, pueden con mayor facilidad contar
un evento que les haya ocurrido sin prejuicio de la importancia o no de tal
evento, para ellos es importante saber manipular el trompo y mostrar las nuevas
paradas a los amiguitos de la escuela, quienes impresionados sus trompos para mancomunarse,
para unirse y vivenciar el significado de ser niños: “jugar, compartir, ser
tolerante, respetuosa” como afirma Vanessa Arango.
Inyectan los parques con su
presencia, “nos alisamos, nos a columpiamos, montamos en mataculín, hay veces
tocamos música allá en el parque”. John Edison de 12, Cristian Santiago de 9, y
Cindy Tatiana de 11 años de edad van todos los días a jugar en los parques.
Saben del cuidado de las plantas y de todo el medio ambiente. Ese encuentro es
el momento propicio para enterarse de los valores que los rodean. Allí es el
tiempo de compartir, de cuidar al otro, de jugar.
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