domingo, 9 de octubre de 2011

Desplazamiento Forzado en Colombia

Por Carlos Andres Orlas

“…eso me calienta el corazón y me da más fortaleza, para seguir luchando y hablar en estos escenarios...”
Ana Fabricia Córdoba
Q.E.P.D.

Desde aquí, en Bello Oriente, me permito esta reflexión sobre la catástrofe humanitaria del desplazamiento forzado, el mismo que tiene a muchas familias de nuestros barrios haciendo “el recorrido”, desconectadas de los servicios públicos, humillados, ofendidos y hasta asesinados por exigir vida digna.

En pleno siglo XXI, nuestro país sustenta las cifras más altas de desplazamiento forzado en el mundo: según la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento, CODHES, ya son más de 4 millones de personas desplazadas de sus hogares por el conflicto armado (y que sobreviven como refugiados internos o como exiliados en el exterior). Estas cifras nos ponen por encima de Afganistán, país en guerra declarada y ocupado por ejércitos internacionales.
Tantas han sido las víctimas de la violencia y del despojo en Colombia que la historia no alcanza a nombrarlas. Recién aprobada la ley de víctimas que promete restituir dos de las cinco millones de hectáreas de tierra arrebatada a los campesinos[1], el desplazamiento forzado sigue estando al orden del día. Es preciso decirlo: no puede haber ley de víctimas en un país que sigue en conflicto, produciendo víctimas, lo que está sucediendo con esta ley es la legitimación del despojo.

Colombia sigue siendo entonces, aún con ley de víctimas, territorio de despojados, territorio en violenta disputa. Los barrios altos de Manrique están poblados por familias víctimas del desplazamiento forzado, a ellos continúan llegando refugiados de los campos, familias que buscan un renacimiento en las periferias de las grandes ciudades. Estas familias asentadas en Bello Oriente, La Cruz, La Honda, Versalles, San José la Cima y Maria Cano Carambolas , entre otros, tienen que crear en medio del desamparo y la marginalidad una suerte de nuevo mundo, tejer otras solidaridades y batallar contra la injusticia que pretende condenarlas al ostracismo, la miseria y la muerte.
De una cosa era muy consciente Ana Fabricia Córdoba, en cuya memoria escribo este texto, y es que antecedidas por una historia de desplazamiento forzado del campo, las luchas por la justicia y la vida digna desde la periferia urbana están atravesadas por la memoria del despojo agrario y las múltiples violencias contra el campesinado.
Tal como lo relata Alfredo Molano, en su columna titulada Considerando en Frío, publicada en el periódico El Espectador, Desde hace medio siglo se desenvuelve una estrategia para borrar de nuestra geografía a un personaje histórico: el campesino. Parecería gratuita, parcializada y exagerada la conclusión, si no fuera por los 300.000 muertos de la primera violencia, los millones de refugiados —nunca registrados— que ocasionaron esos asesinatos, los cuatro millones que hoy deambulan de semáforo en semáforo, los millones de campesinos que se han escondido entre la selva obligados a cultivar coca, los que han muerto en esta guerra que día a día aumenta… Son los campesinos —colonos, indígenas o negros— los que llevan del bulto: ponen los muertos, las viudas, los huérfanos y las tierras”.
Queda por reiterar la importancia de la memoria en la búsqueda de otros mundos posibles; no es con leyes dictadas desde arriba que podemos solucionar el conflicto social y armado, sino con procesos emprendidos y caminados por las propias comunidades. Ana Fabricia murió multiplicando la voz de sus compañeras acalladas, reclamando la verdad y la justicia en los territorios más inhóspitos, sembrando la paz en las conciencias más ardidas, oponiendo coros de alegría frente a la muerte que asecha, cultivando la solidaridad donde otros edifican el culto al ego, al poder y a la dominación armada. 
Cantemos con Rubén Blades: ¡prohibido olvidar!





[1] Dice Reinaldo Spitaletta en su columna del 13 de junio en El Espectador que “en rigor esta ley parece redactada en buena parte por los victimarios”. Ver:  http://www.elespectador.com/impreso/opinion/columna-277352-el-crimen-de-ana-fabricia

0 comentarios:

Publicar un comentario

 

Tinta tres Copyright © 2011 -- Template created by O Pregador -- Powered by Blogger