Por Mesa interbarrial de
Desconectados.
Con la muerte de Ana Fabricia, ya son 49 los
hombres y las mujeres líderes de desplazados o reclamantes de tierras que han
sido asesinados desde marzo de 2002 en Colombia.
El éxodo de personas del campo a la ciudad y
luego de un barrio a otro en la misma ciudad en el siglo XX, hizo que se
extendiera el perímetro urbano de las principales ciudades de Colombia.
Para 1993 en Medellín, se conformaban nuevos
barrios en la comuna 3 – Manrique, como El Versalles Número Dos, La Cruz, San
José la Cima Número Uno, San José la Cima Número Dos y María Cano Carambolas.
En el barrio La Cruz se asentaron desplazados de toda Antioquia, principalmente
de la zona de Urabá.
Ilustración: Andrés Sánchez López |
Ya en 2001, Medellín se encontraba entre las
cinco primeras ciudades receptoras de población desplazada en Colombia, con una
cifra de 21 mil 1 despojados, según el Sistema de Información en Derechos
Humanos y Desplazamiento CODHES-SISDHES. Gente que para esa época, al igual que
hoy, huyen de la confrontación armada en el oriente antioqueño, el occidente,
el suroeste, el nordeste y de los departamentos del Urabá, Bajo Cauca, Chocó y
la región del Magdalena medio.
Es así Como Ana Fabricia Córdoba llega a
Medellín, desplazada de Churidó, Urabá Antioqueño. Primero se dirigió a la
comuna 13 y a causa de la guerra que también se vivía allí, decidió mudarse a
la zona nororiental, barrio La Cruz, en el año 2001.
Su
destierro fue causado por el asesinato de nueve miembros de su familia, entre ellos su esposo y su hijo menor que tan
sólo tenía diez años de edad, por parte de los paramilitares del Bloque
Bananeros al mando de Ever Velosa García, Alias ‘HH’.
Después de la tormenta comienza una nueva
vida, ahora en las laderas de La
Cruz, donde monta una tienda y sobrevive
con su familia. Como lideresa consciente de su condición de desterrada y
víctima del conflicto armado, trabajó arduamente por los derechos de la
población desplazada y fundó la organización barrial LATEPAZ (Líderes Adelante
por un Tejido Humano de Paz).
Ella reconocía su historia y se sentía
orgullosa de ser una mujer afro. Su tragedia la hacía ser una mujer fuerte,
luchadora, con carácter y que siempre irradiaba alegría.
Comenzó a forjar y desarrollar el trabajo
comunitario y organizativo de su barrio. Por lo que fue señalada y víctima de
un montaje judicial en el año 2004, en el marco de la operación policial
Estrella 6, en la que allanaron su casa y agredieron a su familia.
Sin tener nada que ver con los milicianos fue
acusada de guerrillera y recluida en la cárcel; dos meses más tarde fue puesta
en libertad siendo finalmente absuelta de los cargos.
Volvió la tragedia a su hogar. Su hijo Carlos
Mario Ospina fue asesinado, hecho del que Ana Fabricia culpaba a la policía del
barrio La Cruz por las constantes persecuciones y maltratos de los que Carlos
Mario había sido objeto, con sus otros dos hijos, también por parte de agentes
policiales.
Denunció constantemente a la Policía de la
ciudad por actos de intimidación en su contra. Por lo anterior se veía obligada
a dormir en diferentes casas por fuera del barrio, como medida para proteger su
vida.
Ana Fabricia continúo su trabajo comunitario en
el barrio, formándose en Derechos Humanos. Ingresó a la Ruta Pacifica de
Mujeres, y luego, con varias de ellas conformó el grupo de Mujeres Aventureras
Gestoras en Derechos, las cuales se dedican a formar jóvenes en derechos
sociales y reproductivos. También pasó a ser parte de la Mesa Interbarrial de
Desconectados.
El 7 de julio de 2010 fue asesinado su hijo
Jonatan Arley Ospina Córdoba de 19 años de edad. Cuando ella se dio cuenta de
que su muchacho no había amanecido en su casa con su esposa y su hija, fue a
buscarlo por el barrio, pensando que se lo habían matado, y así fue, a las 11
de la mañana lo encontraron muerto en el barrio vecino, La Honda.
Desde ese mismo instante Ana Fabricia denunció
a la policía del barrio La Cruz como la responsable del hecho.
La patrulla de la policía No.301384 del barrio
La Cruz lo había interceptado la noche anterior junto con un amigo y se los
había llevado supuestamente para la estación de San Blas. A raíz de esto
comenzó a realizar denuncias y a pelear por esclarecer los hechos y los
responsables de este asesinato, a la vez que era hostigada y amenazada con más
insistencia.
Empezó a sentir cerca su muerte y a decirlo
abiertamente a los medios de comunicación, en reuniones y actividades. Después del incidente de su hijo a esta mujer
le cambió la mirada, se veía preocupada, decaída, ya no tenía la misma alegría
de siempre.
El pasado 7 de junio de 2011, en un bus de transporte del barrio Santa Cruz fue asesinada con un tiro en la cabeza., por la espalda y con silenciador. El asesino huyó sin mayor problema en una motocicleta, por una zona en donde el control paramilitar no permite
asesinatos sin su permiso.
Murió una gran líder, una luchadora que no tenía pelos en la lengua para decir la verdad, denunciar las injusticias y luchar por su gente. Su espíritu, su sonrisa y entusiasmo permanecerá con nosotros. Su memoria está viva en nuestras acciones.
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