jueves, 10 de noviembre de 2011

El drama burocrático de los desplazados


Trámites de la indiferencia hacia las víctimas del conflicto armado

Por Alexander Zuleta


Medellín, Plaza de Botero, diez de la mañana. Un sol renaciente en el bullicio que caracteriza al centro de la ciudad. Caras alegres, tristes, sucias, ruborizadas, esperanzadas; que se revuelven en el entorno y pasan a ser la decoración de la ciudad; observadas unas a otras reflejando su forma de vestir, de caminar, de vivir la ciudad.
Fotografía de Leider Restrepo
     En el edificio que limita con la iglesia La Veracruz hay estatuas animadas, filas de humanos que esperan atención. Son los desplazados. Todos los días desde las cuatro de la madrugada llegan allí a enfilarse para ser atendidos “rápido” a las ocho de la mañana. Es una larga espera llena de tinto, frío e incertidumbre por saber las respuestas de sus trámites. En este cuarto piso de escaleras estrechas y luz tenue, el olor de las personas se impregna en el ambiente, huele a todos y a nadie, las respiraciones se logran escuchar entre viejas, jóvenes, gordas, con o sin hambre.
     Personas que buscan ser reconocidas, con afán de mostrar a costa de lo que sea  su “desplazación”, como expresa un hombre que desde la fila quiere que lo escuchen, pues sólo busca no dejar en el olvido lo que pasó con su familia. Cansadas o no, enfermos o saludables están ahí,  y es lo único que importa con tal de lograr su objetivo: subsidios económicos, reconocimiento de sus familiares asesinados o expresar su inconformidad por no recibir la atención que ameritan.
    Son víctimas, han sido desplazadas, subordinadas, amordazadas, silenciadas, ignoradas, olvidadas; hijas de la situación política y social de Colombia, que ha nutrido sus tierras con millones de litros de sangre de hijos, padres y hermanos.
     El gobierno colombiano contribuye con esa incertidumbre y desolación, al crear leyes e instituciones que deben atender a las víctimas, pero con bases no muy sólidas asumen el papel de “tramitar la indiferencia”, pues la evidencia está en las miles de personas que cada día aumentan, a la espera de una solución,  mostrando la necesidad de más instituciones, más lugares, así sea sólo para acoger sentimientos y promesas que aún no han sido escuchadas. 
     Este es uno de los principales problemas que tienen las víctimas fortalecido por su analfabetismo, por su vigente temor y miedo a expresarse, a hablar. Así lo manifiestan algunas voces que lo representan: a la pregunta a un desplazado anónimo ¿conoce usted algún movimiento que defienda a las víctimas?  dice con recelo, miedo e inseguridad: “sí, sí, yo sé que nos van a pagar, esa es la meta que dice el gobierno”.
Luego José de Jesús Henao, asume su posición, expresándose ante la pregunta ¿a usted lo reconocieron como víctima? como su desespero y necesidad lo dejan:
“Por eso estoy aquí, para cuadrar papeles”.
y ¿usted conoce sus derechos?
¡Conoce uno los derechos, pero si no se los reconocen uno que hace!

Con una cifra de 5.2 millones de desplazados según la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento  (CODHES), el país muestra su abandono e indiferencia con las víctimas, acrecentando más la situación deprimente en que viven y olvidando la integridad de todo ser humano, que todo lo ha dado.

2 comentarios:

Bibimar dijo...

Y lo mismo pasa con la salud, con la educación, etc, etc, etc. Puras patrañas para enredarnos. Cortinas de humo. Pañitos de agua tibia.

jULIÁN oCHOA dijo...

Viví situaciones muy parecidas en Bogotá cuando estuve en las filas del desplazamiento. A veces, desde las 3:30 de la mañana del frío bogotano para recibir la pírrica cuota de alimentos y arriendo, exponiéndose a ser buscado en ese blanco fijo que es la fila. Al final, tocó regresar a exponer el pellejo a los asesinos: una ong se robó la plata de los "proyectos productivos".

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