Por Leider Restrepo
Fotografía Nelson Ricardo Otero
Y pensar que el cansancio del día es
hermoso, que no le importa si quien lo mira es un criminal o un turista,
extranjero, mal viajero, ya que no disfruta de la tierra sino del espacio
creado para él.
Y pensar, y saber además que a pesar
de los horrores de esta tierra no hay nada que detenga su infinita soledad y su
infinita sensatez. Yo por ejemplo, no siento nada más sensato que un cielo así
cuando el sol se precipita para alumbrar otro día en otra tierra y da paso al
astro gris que llamamos luna desde tiempos milenarios.
Ese es el ocaso del día. Su eterna
manera de morir a cada rato es para nosotros toda una aventura. Es toda una
experiencia de llenura en la satisfacción de la vida y a pesar de todo lo que
somos no habrá quien escape de sentirse complacido por el final de un día así,
por más que quiera ignorar que la belleza no reclama nada a nadie y que no mira
a quien para mostrarse desnuda y sincera.
Y saber que este pequeño ocaso de La Mesa en Santander, Colombia supera
a la luz en la ciudad y los “fastuosos” centros comerciales que tanto añoran
los hombres de poco mundo.
Si uno pudiera sumergirse en el mar
del país-mundo sin mentiras, en ese que se presenta sin importar quien lo
contempla, en ese que no esconde nada y siempre está… reiría de otra manera, y
como en éste pequeño atardecer, respiraría hasta el alma.
0 comentarios:
Publicar un comentario