martes, 3 de enero de 2012

COLOR LOCAL

EDITORIAL

Escala cromática 

De una comuna


 Manrique huele a campo trasegado, a ciudad que se recorre en bus, a sembrado en el que al adentrarte adivinas un bosque premontano;   en su centralidad huele a tango de arrabal, su periferia transpira salsa,  sabor latino,  afromedallo.  El color local  va en la música, las historias, los sueños, el latido de una comuna que a esta altura, 1400 metros de altura sobre el nivel del mar, se “respira mejor”, como decía un poeta nacido de sus entrañas, de sus dolores.

   El cuerpo es el lienzo al que se adhiere el color que transpiran los otros, el esmog, las hojas de los guayacanes florecidos  y que inspiran una reseña, un performance, un rostro en una fotografía.

   Esta edición es un retrato variopinto, pintoresco,  de nuestros barrios, de “las caras lindas de mi gente…” como diría Ismael Rivera.  Se trata también de un ejercicio de memoria histórica, de reconocimiento, de indagación por imaginarios de lo auténtico. Manrique es un territorio que alberga muchos tonos y posturas, formas de habitar lo urbano, de pintar las fachadas, de secar la ropa en las terrazas, formas propias  definidas por un solo trazo: el espíritu popular.

 Andy Wharol y lo que llamaron arte pop, fue una farsa. Cuando decimos espíritu popular afirmamos que el arte nos posibilita la expresión y reconocimiento de la solidaridad humana (como lo muestra el texto Semillas de la memoria, de esta edición), la libertad (como lo expresa la juventud en Manrique punki), la autonomía (retrato de Diana Castañeda, Una mujer que le pone dulzura a La Honda), y  en su búsqueda de dignidad (como en el texto del periodista Mauricio Hoyos, La 320, que nos plantea una visión del territorio en su dimensión material e inmaterial).

 Hurgamos en el cuerpo social humano, exploramos su ritmo, sus caminos ancestrales, sus callejones intrincados, sus centros culturales, sus pulmones verdes, sus paisajes, sus colores. Los de arriba, los del centro y, por supuesto, a los de abajo, buscando caminar una palabra  que nos una, que nos nombre.

  Abrimos el espacio  a las voces que narran la vida, el amor y la muerte desde una  experiencia y lectura cotidiana, definible y definitiva.

  Agreguemos la palabra Arte como ejercicio de mirar hacia adentro, ver con el corazón,  respirar y sentir los colores propios y los del mundo. Continuemos con la palabra pensamiento, para saber oír, y por supuesto la palabra creación, como gesto para comunicar y multiplicar, para hacerlo periodismo.


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