EDITORIAL
Escala
cromática
De una comuna
Manrique huele
a campo trasegado, a ciudad que se recorre en bus, a sembrado en el que al
adentrarte adivinas un bosque premontano; en su
centralidad huele a tango de arrabal, su periferia transpira salsa, sabor latino, afromedallo. El color local va en la música, las historias, los sueños,
el latido de una comuna que a esta altura, 1400 metros de altura sobre el nivel del mar, se “respira mejor”, como decía un poeta nacido de sus entrañas, de
sus dolores.
El cuerpo es
el lienzo al que se adhiere el color que transpiran los otros, el esmog, las
hojas de los guayacanes florecidos y que
inspiran una reseña, un performance, un rostro en una fotografía.
Esta edición
es un retrato variopinto, pintoresco, de
nuestros barrios, de “las caras lindas de mi gente…” como diría Ismael
Rivera. Se trata también de un ejercicio
de memoria histórica, de reconocimiento, de indagación por imaginarios de lo auténtico. Manrique es un territorio que
alberga muchos tonos y posturas, formas de habitar lo urbano, de pintar las
fachadas, de secar la ropa en las terrazas, formas propias definidas por un solo trazo: el espíritu
popular.
Andy Wharol y lo que llamaron arte pop, fue una farsa. Cuando decimos
espíritu popular afirmamos que el arte nos posibilita la expresión y reconocimiento
de la solidaridad humana (como lo muestra el texto Semillas de la memoria, de
esta edición), la libertad (como lo expresa la juventud en Manrique punki), la
autonomía (retrato de Diana Castañeda, Una mujer que le pone dulzura a La Honda),
y en su búsqueda de dignidad (como en el
texto del periodista Mauricio Hoyos, La 320, que nos plantea una visión del
territorio en su dimensión material e inmaterial).
Hurgamos en el cuerpo social humano,
exploramos su ritmo, sus caminos ancestrales, sus callejones intrincados, sus
centros culturales, sus pulmones verdes, sus paisajes, sus colores. Los de arriba, los del centro y, por supuesto, a los de
abajo, buscando caminar una palabra que
nos una, que nos nombre.
Abrimos el
espacio a las voces que narran la vida,
el amor y la muerte desde una experiencia y lectura cotidiana, definible y
definitiva.
Agreguemos la
palabra Arte como ejercicio de mirar
hacia adentro, ver con el corazón, respirar y sentir los colores propios y los
del mundo. Continuemos con la palabra pensamiento,
para saber oír, y por supuesto la palabra
creación, como gesto para comunicar y
multiplicar, para hacerlo periodismo.
0 comentarios:
Publicar un comentario