martes, 22 de noviembre de 2011

Batallas de un Voceador de Prensa


Por Ernesto Múnera
Ilustración: Vendedor de periódicos Rogelio García Vásquez

Juan era la voz de los que se dedicaban a gritar y repartir por calles y plazas ¡la prensa, la prensa!

Su nombre es Juan Bautista Múnera y vive en el barrio Manrique. Se define a sí mismo como sindicalista, cooperativista y mutualista. Su historia de vida, cuenta a su vez la historia del nacimiento y consolidación de la prensa en la ciudad.
     Juan llegó al sindicalismo en el año de 1967, por medio del sindicato de expendedores de prensa, para el que se desempeñaba como vicepresidente. Gracias a su desempeño y capacitación en instituciones como el SENA, fue nombrado presidente del sindicato de voceadores de prensa.
      Con este nombramiento empieza a escribirse una de las páginas de la historia del periodismo local. Junto con sus compañeros de trabajo, con quienes entregó por nueve años, diariamente, los periódicos casa a casa, emprenden la defensa de los derechos de los vendedores de prensa.
     “Durante estos años, puntualiza Juan, enfrenté varios problemas, entre ellos los paros a los diferentes periódicos de la ciudad, demandando de ellos, tener en cuenta a los voceadores de prensa para elevar su nivel de vida y una mejor calidad en su trabajo”.
     El primer paro fue en el periódico El Correo, que de forma unilateral negó el derecho que tenían los voceadores, a una  aguapanela con pan. Aunque, en palabras de Juan “A pesar de que ganamos la batalla, el periódico se declaró en quiebra y desapareció, dándole pasó al periódico El Mundo”.
     La siguiente labor fue en El Colombiano; donde las exigencias del paro no se dieron por los llamados esquiroles (personas que  no obedecían la orden de  paro) y distribuyeron los ejemplares.
     Ante el director del periódico El  Espectador, se presentaron Juan y sus colegas repartidores, solicitando lo siguiente: desayuno, auxilio para la salud y entierro del voceador y su familia, devolución de los periódicos, y una fiesta anual que se celebraría todos los primeros de mayo.
     Esta osadía les costó tres días de cárcel en una estación de policía de Medellín, pues el periódico los demandó… para luego retirar los cargos. Tres días después de salir de la inspección, los periódicos se unieron para negociar, tal como lo relata Juan: “Estuvimos en las instalaciones de El Espectador en Bogotá, hablando con el doctor Guillermo Cano, propietario del periódico, conversación fructífera, que nos llevó a un excelente acuerdo”.
     Cinco años después Juan Bautista Múnera se retiraba del gremio de los repartidores de la prensa, y del sindicato. Hoy camina por las calles de Manrique, leyendo cuando puede los papeles impresos, que él ayudó a que fueran menos pesados para el que los reparte, y más dignos para el que los lee.


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